Desde el pasado 8 de marzo se ha tomado mayor conciencia de la necesidad de transformar un modelo social, político, económico que desde hace miles de años impera en nuestra sociedad.
En este modelo social, la problemática no es la diferencia entre sexos, sino que en ese sistema se jerarquizan esas diferencias y a las mujeres se las sitúa en la posición más desfavorecida. No se refiere solo a circunstancias o hechos concretos y aislados, sino que es la base sobre la que venimos siendo educadas las personas, creamos familias, empresas, y la forma subjetiva como se valoran unos y otros trabajos…
¿Podemos desarrollar otros modelos?
Si, claro que podemos hacerlo. Es un modelo cultural, una construcción histórica y social y, por tanto, susceptible de cambio y evolución, como venimos viendo desde hace años. Todas y cada una de nosotras, todos y cada uno de nosotros, tenemos que asumir nuestro poder y nuestra parte de responsabilidad. No es un trabajo de 10 o 15 años. Es un trabajo diario de generaciones. Se trata de ser conscientes del peso de los roles de género, en nosotras y nosotros.
Reflexionar cómo cada una de nuestras acciones ayuda a cambiar el paradigma actual o ayuda a sostenerlo. Acercarnos en más ocasiones a la vulnerabilidad y preguntarnos qué nos mueve, evitando hacerlo automáticamente, por la fuerza del hábito y la costumbre.
Observar cuáles son los modelos mentales o estereotipos que surgen en tu mente cada vez que conocemos a una persona nueva: ¿son fruto de esa cultura androcentrista? ¿Estoy dejando que, expectativas culturales de género, influyan en mi manera de analizar una situación o juzgar las acciones de una persona, sea hombre o mujer y, consecuentemente, tomar decisiones sesgadas o iniciar acciones automáticas impulsadas por ese prejuicio?
Si no lo acometemos conjunta e individualmente, como sociedad y como personas, el sistema seguirá implantado en nuestras vidas.
Modelos que perpetúan las desigualdades.
Aunque creemos modelos aparentemente nuevos, el modelo que las sustenta seguirá reinando. No hay nada más que mirar hacia el recientemente creado universo tecnológico y concretamente a su máximo exponente: Silicon Valley. Allí la cultura “bro”, término referido al fraternalismo creado entre los hombres blancos del sector para apoyar y promover a sus iguales, deja fuera a las mujeres, que apenas poseen el 6% del capital de las startups creadas.
Nuevas y poderosas herramientas, pero modelos mentales que perpetúan las desigualdades. El esfuerzo de cambiar un modelo cultural es tremendo, pero vale la pena: estamos caminando hacia una sociedad más equitativa y sana, donde de verdad cada persona se desarrolle en libertad e igualdad de condiciones.
Donde los trabajos de cuidado de las personas sean visibles, prestigiados y mejor remunerados. Estoy segura de que el próximo 8 de marzo reuniremos la energía suficiente para recordarnos que tenemos por delante otro año para avanzar hacia la igualdad a través de la consciencia de querer hacerlo.
EmakumeEkin se suma a la huelga para tomar conciencia de que podemos cambiar el modelo tradicional por un modelo social feminista.