Aquí sigo a vueltas con la fregona y el problema de financiar ideas con ahorros personales o dotar de financiación a las empresas que se inician en el mundo del emprendimiento a través de otras entidades. Lo de la fregona seguirá igual mientras mi perro no aprenda a limpiarse las patas antes de entrar en casa. Lo de solventar los problemas de la financiación, somos las personas quienes debemos aprender algo.
La financiación consiste en dotar de dinero a estas nuevas empresas y mujeres emprendedoras. Poner a disposición de quienes esperamos que nos ayuden a salir de esta crisis, los medios económicos para llevar adelante nuestras ideas. Pero la varita mágica del emprendimiento se agita con dinero.
Y la cuestión es que el dinero es uno de esos recursos escasos de los que tanto nos gusta hablar a las economistas. Es un recurso que reside en manos del sector público y del privado. Creo que opinar en cuál de los dos sectores recae la tarea de poner esos fondos es fundamentalmente eso, una opinión. Pero de momento, en ninguno de ambos sectores encontramos dinero suficiente para satisfacer las necesidades de capital de estos nuevos negocios.
Le grito a mi perro, literal, para que no pise lo recién fregado, pero al mismo tiempo yo piso una y otra vez sobre la misma cuestión. Sin ninguna duda, hay dinero, mucho dinero, que está en manos de pequeñas personas ahorradoras. Ponemos nuestro dinero en manos de entidades financieras y pretendemos que nos den muchos intereses, a la vez que criticamos a esas mismas entidades por no abrir el crédito a las empresas.
Tenemos miedo al riesgo, no estamos dispuestas a perder ni uno solo de nuestros euros, pero hablamos de la necesidad de invertir en las personas jóvenes, en los proyectos, en las ideas…. Incluso más lejos, hablamos sin empacho de que el fracaso es normal y debe servir para aprender y seguir con más empeño. Yo también pienso así, el problema es que no me cuadra. Como decía mi abuela, “sopas sin sorber, no puede ser”.
Necesitamos cultura financiera, la suficiente para entender que invertir supone arriesgar. Que cualquier persona puede cuestionarse, y encontrar, su perfil como inversionista. ¿Cuántos de nuestros ahorros estamos dispuestos a arriesgar a cambio de una idea en la que creamos?
A muchas personas se nos han ocurrido a veces ideas como, por ejemplo, en este barrio debería haber una guardería o me gustaría que un programa informático hiciese no sé qué… ¿Por qué no podemos invertir parte de nuestros ahorros en ayudar a otras personas a desarrollar ideas que creamos factibles? A fin de cuentas, compramos millones de euros en loterías y apuestas varias por sueños muchos menos tangibles….
Claro que todo esto nos lleva a plantearnos otras necesidades como por ejemplo las siguientes:
- Canales que gestionen las inversiones con garantías. Y no estoy segura, de que sea relevante, si esos canales deben ser públicos o privados.
- Marcos normativos que regulen la actividad.
- Empresas y personas emprendedoras comprometidas, transparentes en su gestión y dispuestas a facilitar información.
- Necesitamos…muchas cosas más.
En fin, creo que yo necesito seguir dándole vueltas a esta misma cuestión, y mientras tanto, veremos si deja de llover (en sentido literal y figurado). Y tú, ¿qué otras necesidades identificas? ¿Te animarías a financiar ideas con tus ahorros o lo ves muy arriesgado?
Autora: Marian Eguskiza