Hoy he estado dándole vueltas a la fregona, en sentido literal y figurado. En sentido literal, porque con el tiempo del norte, el perro me tiene los suelos llenos de barro. En sentido figurado porque me he encontrado en una plataforma de crowdfounding, un vídeo sobre cómo el inventor de la fregona apostó por financiar sus ideas y cómo la puso en marcha. No sé si la anécdota es cierta o no y, en realidad, tampoco importa mucho.
El vídeo explica como al Sr. Jalón Corominas se le ocurrió la idea de unir un palo a la bayeta de fregar para evitar tener que arrodillarse a limpiar los suelos. La idea, aparentemente simple, acabó siendo revolucionaria en el ámbito de las tareas domésticas. Aunque ciertamente sería interesante averiguar por qué al invento se le ha llamado fregona y no fregón, no es ese tema el que hoy me ocupa.
Me interesa la explicación que en el vídeo se da sobre cómo se financió la puesta en marcha del negocio. Parece ser que el Sr. Jalón recorrió diversas entidades financieras y empresas, no consiguiendo financiación para su idea. Finalmente, le contó la idea a una conocida, y ésta a su vez, se la contó a sus amigas y vecinas. Éstas lo extendieron en su círculo cercano y entre todas reunieron el capital suficiente para poner en marcha la empresa. Y aquí estoy yo limpiando las huellas de las patas de mi perro cómodamente y sin arrodillarme.
Reflexiones sobre cómo financiar tus ideas de negocio
La mayoría de las ideas de negocio, y muy especialmente en estos días, se financian en sus inicios por este sistema. Recurrir al círculo de amistades y relaciones de la persona que emprende la idea y convencerlas de la viabilidad del negocio. Muchas veces, ni siquiera es necesario convencer de nada, simplemente con la confianza que depositan en quien emprende, no necesitan más garantías. La motivación de estas personas al colaborar económicamente con la idea es de índole absolutamente personal y emocional. Su expectativa sobre la retribución a obtener, habitualmente no va más lejos de la satisfacción personal por echar una mano y en algunos casos la devolución del dinero prestado.
Es ridículo pretender este mismo comportamiento de las entidades financieras. Estas actúan como proveedoras de dinero y, solo excepcionalmente y en actuaciones fuera de su relación comercial habitual, financian ideas. Cuando una entidad financiera provee de dinero a una persona emprendedora, lo que espera de ésta es exactamente lo mismo que cualquier otro negocio espera de su clientela, esto es, que cumpla los plazos acordados de pago.
Dentro de este esquema, cuando una entidad financiera analiza el riesgo de una persona que forma parte de su clientela, lo que analiza es su capacidad para efectuar el pago comprometida, y decide venderle dinero o no en función de esa expectativa de cobro. En cualquier negocio, cuando realizamos una oferta a una empresa, previamente estudiamos si le damos o no crédito, esto es, si le permitimos que nos pague en un plazo determinado o al contado. Las entidades financieras estudian y analizan a su clientela de forma exhaustiva, pero, como norma general, no trasladan este análisis a las ideas de negocio de su clientela.
Me gustaría pensar que, realmente, podemos esperar de las entidades financieras que "den crédito a nuestras ideas" o "financien nuestras ilusiones". Pero esto son sólo eslóganes publicitarios... Todo esto, nos deja la necesidad de una figura que permita dotar de recursos a aquellos proyectos que, bien por su dimensión, o bien por las características socioeconómicas de quienes los emprenden, no pueden financiarse por las vías anteriores.
¿Quién va a invertir para financiar ideas por su capacidad de generar beneficio futuro que compense el riesgo de la inversión? ¿Qué condiciones deben darse para fomentar este mercado? ¿Cómo debe regularse? ¿Es competencia del sector público? ¿O del privado? ¿Quizá de ambos?
Como casi siempre en asuntos económicos, muchas preguntas y demasiadas respuestas. ¿O demasiado pocas?
Autora: Marian Eguskiza