Hace pocos días leí un sugerente post en el que se nos alertaba sobre la presión excesiva a la que nos sometíamos estableciendo metas, objetivos, propósitos vitales... Esta tendencia se ve acrecentada por las fechas en las que estamos, cierre de año, comienzo de uno nuevo. Parece que aquello que no hicimos, por la circunstancia que fuere, tiene, en el nuevo ciclo que nace, la oportunidad de ser. Y ahí depositamos expectativas, posibilidades, deseos, necesidades, intereses, sueños… llevados al mismo contenedor, restándoles así la posibilidad de reciclarse para ser otra cosa. Tal vez sea eso, la mezcla de lo probable con lo imposible, lo que nos lleve a vivir la proyección de un futuro con esa presión excesiva.
Quienes me conocéis, sabéis lo mucho que me gustan las palabras y el diccionario, así que ahora no me voy a resistir. Meta; la RAE define la meta como «fin a que se dirigen las acciones o deseos de una persona». María Moliner habla solo de «fin u objetivo de cualquier acción», obviando el deseo. Yo pondría primero el deseo y luego la acción. ¿Y qué es el deseo? «El movimiento enérgico de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de una cosa». Y aquí llega mi sorpresa, cuando leo que el deseo no es algo estático, algo que permanece en mí y que me hace proyectar una realidad que aún no existe y por la que suspiro, sino que es ¡el movimiento enérgico de mi voluntad!. ¡Anda! O sea que tengo que moverme…
Creo que una parte del agobio que podemos sentir cuando proyectamos nuestras metas es que tal vez las situamos en un lugar tan lejano (y, en ocasiones, ajeno) que no posibilita que nos movamos hacia ellas. Pero como pensar y soñar es libre, ahí seguimos enganchadas, a la fantasía de tener algún día algo distinto a lo que ya tenemos. Cuando trabajamos con una metodología que se llama PATH buscamos esa meta; una de las cosas en las que insistimos cuando proyectamos, es que ese lugar hacia el que voy a moverme, debe ser posible y positivo. Lo de positivo lo entendemos; no conozco a nadie que de manera consciente desee estar en un peor futuro, pero lo de posible, es importante y no siempre se ajusta debidamente para generar acción.
Peter Senge llama a esta brecha entre mi realidad y mi futuro, tensión creativa: «la brecha entre la visión y la realidad es una fuente de energía. Si no hubiera brecha, no habría necesidad de una acción para moverse hacia la visión». «Imaginemos», dice, «una banda elástica, estirada entre la visión y la realidad actual. Cuando se estira, la banda crea tensión representando esta tensión entre visión y realidad». «El término “tensión” sugiere angustia o estrés. Pero la tensión creativa no implica ninguna sensación en especial. Es la fuerza que entra en juego en cuanto reconocemos una visión que está reñida con la realidad actual». Senge habla de que esa sensación de angustia que nos puede llegar cuando deseamos algo desde un presente, es la tensión emocional. Y afirma que si esa tensión emocional se confunde con la tensión creativa, corremos el riesgo de aflojar tanto la visión, nuestra meta, que nos quedemos donde estamos porque, al no haber tensión, no hay pulso de acción ni movimiento.
Así que, sabiendo ahora que nuestras metas, si nos producen estrés o angustia, nos están dando información sobre nuestra tensión emocional, no debemos dejar que esta erosione nuestra meta. Tal vez debamos vivir con una tensión emocional que nos da una información válida sobre nosotras, nuestro lugar presente y nuestra meta. En ocasiones, podemos caer en la tentación de querer evitar o borrar ciertas emociones de nuestra vida (lo entiendo y yo lo hago, consciente e inconscientemente). Pero cuando, en lugar de luchar por hacerlas desaparecer, hago un esfuerzo por leerlas - ¿qué me quiere decir esta emoción en este momento? ¿Qué mensaje me da sobre mí, sobre la situación que estoy viviendo y cómo la estoy viviendo o gestionando? – la cosa cambia. Esto me ayuda a no quedarme en el posible malestar, estrés o inquietud que me genera una meta, sino en la mejor comprensión de lo que supone para mí, sin merma de mi capacidad para moverme hacia el lugar u objetivo que deseo; sin merma de la tensión creativa que me haga actuar. Ahora te toca a ti.
¿Sabes ya cuál es tu meta? ¿Reconoces la tensión creativa?
Recuerda que cuando hablamos de meta, reconocemos que debemos apelar a la acción, al movimiento. ¿Eres consciente de la ansiedad, miedo, inseguridad que te provoca ese posible movimiento? ¿Qué dice eso de ti en este momento? Escúchate, esa información es muy valiosa para avanzar hacia algo que puedes llegar a crear. No hacernos trampas a la hora de ver nuestra realidad presente es fundamental para construir nuestro futuro deseado. «Una visión precisa y penetrante de la realidad actual es tan importante como una visión nítida» (Senge, 1998), como una meta de futuro nítida. Pero nuestra costumbre de imponer prejuicios a nuestra percepción de la realidad también es un obstáculo para generar esa tensión creativa que nos lleve hacia adelante.
Concluyo el post retomando las preguntas del título y extrayendo las reflexiones que me ayudan a mantener esa tensión:
- Mi meta es un lugar deseado hacia el que me quiero mover.
- Hablar de “meta” supone hablar de acción.
- Sentir tensión emocional ante esa meta fijada es lo normal.
- La tensión emocional no me puede llevar a “relajar” la meta fijada.
- La emoción o emociones que esa meta me genera dice algo de mí, de mi momento y de cómo lo estoy viviendo.
- Para avanzar bien debo escucharme, sin juicios y sin trampas.
- Una lectura clara y abierta sobre mi presente y lo que siento es tan importante para avanzar como una meta nítida.
- Lo importante no es lograr la meta, el fracaso no está en no alcanzar mi objetivo, sino en no actuar, no moverme hacia él.
- El movimiento hacia la meta me puede llevar a sitios interesantes que no son la meta en sí.
Suerte, ánimo y a por el futuro desde el presente.
Autora: Maider Gorostidi